El origen del
Islam puede remontarse aproximadamente entre el s. VI y VII en la Península
arábiga (Yazirat al-arab), en la cual predominaba en gran parte un paisaje
desértico poblado en gran parte por tribus nómadas, beduinos y sedentarios,
comerciantes y pastores que llevaban a cabo las rutas hacia el golfo Pérsico y
de Ákaba así como caminos para la emigración por parte de las tribus semíticas.
Antes del Islam había
tres culturas importantes en la península: Himyarí, Tamudí y Nabatea. Eran
poblaciones sedentarias de agricultores y comerciantes que se vieron
influenciados, por una parte, por la zona de Mesopotamia y Persa y por la cultura
helenística y romana por otra. Estas influencias se daban dado a la imposibilidad
de incomunicarse que les daba las rutas comerciales, sin embargo, cabe decir
que los grandes pueblos conquistadores no ejercieron gran influencia social
directa, ya fuera el imperio Romano, Macedonia o Egipto. Sí es cierto que una
parte de la península se mantuvo más cerrada en el desierto, establecida en
oasis y alrededor de pozos.
Habitaban también
cristianos (ibadíes de Hira y gassaníes de Gassan) y judíos, que podían ser étnicos
o antiguos árabes convertidos.
Fue en este
contexto donde surgió la primera poesía árabe, dando origen a las casidas
preislámicas (cantoras de glorias y ruinas tribales).
La religión
preislámica que se encontraba en esos momentos es acogida por divinidades
tribales y por una serie de ritos en las comunidades, como el caso de la peregrinación
o el culto a los antepasados.
Puesto que la
sociedad presente era de carácter tribal asentada en el desierto, la concepción
de la realidad que se tenía era más bien impredecible, los fenómenos desérticos,
la naturaleza, no podía explicarse mediante una esencia estática o inmutable,
por lo que se encontraban en un desamparo existencial antes de la llegada de
Dios. Aún con la transmisión del Islam aún quedará esta idea en algunos árabes
ya islamizados.
La religión como
tal se presenta en el hombre como el resultado de una búsqueda de seguridad. El
ser humano, como animal ligeramente separado del resto por su inteligencia y
entendimiento, puede ver el mundo como realidad en lugar de como medio, es
decir, puede objetivarlo y concebirse a él mismo separado de él. El hombre
puede concebir los estímulos recibidos por la naturaleza como realidades de las
que puede independizarse. No solo se ve afectado por ellos, sino que puede
moldearlos.
Sin embargo, la naturaleza
parece que solo concibe un fin último para la especie, que sería la supervivencia,
pero no para el individuo en sí mismo, por lo que aparece aquí un vacío en cada
ser humano que busca llenar.
Entonces somos
capaces de hacer una distinción entre “lo presente” y “lo ausente”, dándole a
lo ausente el poder y nombrarla “deidad”, que es lo que lo posibilita todo. De
esta forma, la religión en el ser humano adopta un carácter natural, pero más
bien enfocado como a la búsqueda del sustrato físico, el hecho de ser
consciente de que debe existir un aquello que da lugar a todo, el creador que
es el responsable de lo creado.
Esta religión es
mostrada por medio de la Palabra (como la ley judía o el evangelio cristiano)
que revela la verdad última, lo que está por venir, es decir, una profecía que
se enmarca dentro de un espacio histórico y geográfico: se dice que entre el Indo
y el Nilo y entre el Cáucaso y el golfo Pérsico nacen las primeras
manifestaciones monoteístas y unideístas.
Cierto grado de
historicidad es también presente en el surgir mismo de las religiones: el
judaísmo se inicia con el viaje de la familia de Abraham desde el golfo Pérsico
hasta la Tierra de Canaán, el Cristianismo con el nacimiento, vida y muerte de
Jesús de Nazaret, y el Islam con la hégira:
retirada de Mahoma el 622 de nuestra era desde la Meca a Medina.
Mahoma (Muhammad)
se presenta a sí mismo como el escogido por Dios para la transmisión del
mensaje profético pero también como un hombre corriente como cualquiera.
Nació el 570 en La
Meca, quedando huérfano a muy corta edad y fue criado por su tío y junto a su
primo. Ellos, junto a su mujer Jadiya y algunos siervos y esclavos fueron sus
primeros discípulos cuando el 610 inicia la predicación, rechazando el carácter
tosco del politeísmo preislámico. Se ganó la enemistad con la oligarquía de La
Meca y llegó a ser apedreado en Tayf, por lo que se acogió en Medina el
septiembre del 622. Allí se le concede terreno y se convierte en el director de
la comunidad islámica que comenzaba a nacer.
Se produjo una
guerra que le fue favorable el Islam y pudo llevarse a cabo la peregrinación de
los fieles y la entrada del Profeta, que murió el 632.
El Islam se
presenta como la única religión de Dios comunicada por Adán a los profetas,
siendo Mahoma el último y el que cierra el círculo profético.
La ley islámica
está regulada por la Sharía, que bebe
de tres fuentes distintas: el Corán (texto que contiene la mayoría de normas
musulmanas y que fue revelado a Mahoma), la Sunna ( o tradición del Profeta) y
la iyma (consenso de la comunidad).
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