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miércoles, 18 de abril de 2018

"La Consolación de la Filosofía"

Alegoría de Filosofía (Giacinto Brandi)
“Toda generación y toda evolución en los seres sometidos a diferentes cambios tiene sus causas, su disposición y sus formas en la inmutabilidad de la inteligencia divina. Desde la ciudadela de su simplicidad, la inteligencia divina ha trazado un plan para poner en marcha los múltiples acontecimientos. Visto este plan en la puridad de la inteligencia de Dios, se llama Providencia. Si lo contemplamos en relación con las cosas que mueve y controla, los antiguos lo llamaron Destino. Cualquiera que examine con los ojos del espíritu la fuerza de ambos, comprenderá claramente la diferencia entre Providencia y Destino.
Providencia es la misma razón divina que todo lo dispone y que reside en el origen último de todas las cosas. Destino, por su parte, es el orden establecido inherente a las cosas sometidas a cambio y el nexo por el que la Providencia une todas las cosas y las sitúa en su propio lugar.” -La Consolación de la Filosofía (Boecio).


“La Consolación de la Filosofía” es una obra del filósofo Boecio (480 – 524) escrita mientras estaba encarcelado y esperaba el juicio. En ella, se le aparece la Filosofía personificada como una mujer que él describe con los “ojos de fuego”, “manos delicadas”, con la letra “pi” griega en la parte inferior del vestido unida mediante peldaños a modo de escalera a la letra “theta”, en la parte superior del mismo, agarrando un libro y un cetro en las manos.

Óleo de Mattia Preti 
Boecio no entiende por qué ha caído en desgracia y la Filosofía, entre otras cosas, le explica como funcionan el Destino y la Providencia, que quizá se confundan en una sola cosa en la mente de los hombres, pero en realidad son dos distintas. Mientras que la Providencia es la razón divina, el resultado del plan simple que Dios ha creado, el Destino es aquello cambiante y múltiple donde se lleva a cabo dicho plan en todas las criaturas del universo. Así, la Señora Filosofía le describe círculos que se van a alejando del centro, al cual lo define como la “primera y suma inteligencia” o “el bien supremo”. Las características de ese centro son la simplicidad, indivisibilidad, unicidad, inmutabilidad y totalmente libre del Destino, pues es ese centro el que dirige las cosas sujetas a cambio.

Sin embargo, a medida que se va uno desplazando hacia los círculos más alejados, más atrapado se ve en las redes del Destino.

El centro, que representa la unidad, que es hacia donde debe tender uno, se identifica con lo estable, mientras que aquello alejado representa la inestabilidad.

Estas ideas encontradas en los fragmentos de Boecio tienen una gran carga platónica. En el Símil de la Línea que nos presenta Platón se puede ver como el máximo conocimiento al que debe aspirar el filósofo es a la idea del Bien, y para ello hay que “superar” los obstáculos de la multiplicidad de las cosas del mundo sensible, las imágenes, las copias. Esta ascensión hacia el conocimiento puede corresponderse en cierta manera al acercamiento de la razón divina, es decir, el centro a donde debe dirigirse uno para encontrar la estabilidad.

De la misma forma, esta dicotomía entre lo uno y lo múltiple, vinculando la unidad a la perfección y, por tanto, a lo positivo, y a lo múltiple a lo imperfecto y, por tanto, negativo, también se encuentran en los pares de opuestos que crean los pitagóricos. Donde se encuentra el Uno también está lo limitado, los números pares o lo masculino mientras que en el grupo de lo múltiple se encuentran los impares, lo ilimitado o lo femenino.



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