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viernes, 18 de mayo de 2018

Santo Tomás y San Agustín en la iconografía medieval


En la Edad Medieval, la filosofía pasó de estar fundamentada por una base pagana en el mundo clásico a tener un gran carácter religioso. La filosofía medieval se centraría, sobre todo, en Dios, por lo que se crearía una cierta compatibilidad entre filosofía y religión. Mientras unos habían rechazado la filosofía por sus rasgos paganos, algunos pensadores encontraron en ella una buena herramienta para ligar con la revelación.

Dos de los pensadores más relevantes de la Edad Media fueron San Agustín y Santo Tomás de Aquino, y en el modelo iconográfico aparecen representados con atributos propios de las representaciones de los filósofos griegos.

San Agustin - Simone Martini
(1320)
San Agustín es habitualmente representado como un Santo o un eclesiástico, dos figuras íntimamente ligados. Vuelve a aparecer el libro como principal atributo, lo podemos ver también en la “Consolación de la filosofía” de Boecio o en la “Escuela de Atenas”, en la que tanto Platón como Aristóteles, situados en el centro de la pintura, portan cada uno un libro. Otro elemento sacado de la tradición clásica es la barba, que va a simbolizar la acumulación de sabiduría. A los filósofos se les suele representar en una edad avanzada, prácticamente la vejez, pues esta se entiende como un símbolo de autoridad.

En esta obra, de Simone Martini, aparecen también atributos episcopales: el anillo, como símbolo de autoridad jurídica; el cetro (autoridad pastoral); copia pluvial (dignidad sacerdotal); mitra (símbolo de autoridad) y guantes blancos (pureza).



En el caso de Santo Tomás, en esta obra se puede apreciar un eje de simetría, propio de la iconografía medieval, y al haber varias figuras se ve como se ha establecido una jerarquía a partir de la cual los personajes de mayor relevancia se encuentran en un mayor tamaño y en una posición más central.
Santo Tomás lleva el hábito dominico, en el que el blanco simboliza pureza mientras que el negro pertenece a la penitencia. De nuevo, y al igual que en San Agustín, aparece el libro, pero sin embargo no aparece la barba, como en las representaciones más propias del Humanismo del siglo XV.

Apoteosis de Santo Tomás de Aquino
(Francesco Triani, 1323)
La zona superior pertenece al ámbito celestial con San Pedro y San Pablo (entre otros) que convergen hacia el centro, donde se encuentra Jesucristo representado como un filósofo de la antigüedad, portando también un libro. San Pablo se le considera el primer teólogo y San Pedro fue el primer papa.

En esta obra Tomás es el destinatario directo de los Evangelios.

A ambos lados de santo Tomás se encuentran dos hombres sosteniendo un libro respectivamente, estos dos serían Platón y Aristóteles, y bajo estos, el ámbito terrenal, donde en la izquierda aparece la iglesia militante y los humanos, y en la derecha los altos cargos.

En el centro yace tumbado Averroes, un filósofo musulmán. Se interpreta como el triunfo del pensamiento de santo Tomás, cristiano, sobre la filosofía árabe de Averroes.


martes, 15 de mayo de 2018

Manuscritos de Nag Hammadi

Evangelio de Tomás
(Uno de los papiros hallados en el Alto Egipcio)


 En 1945 tuvo lugar en una zona montañosa del Alto Egipcio el descubrimiento de doce códices y parte de un decimotercero en una jarra de cerámica que son denominados los manuscritos de Nag Hammadi por haber sido hallados cerca de la población con ese mismo nombre. Estos textos se identificaron con los primeros siglos de la era cristiana y se entendieron como parte de los evangelios del cristianismo primitivo y, más concretamente, con la corriente gnóstica del cristianismo que sería considerada herética por la iglesia ortodoxa.

Se supo más tarde que estos textos pertenecían a la traducción copta hecha 1500 años atrás (300-400 d. C) cuyos originales debieron estar escritos en griego y los dataron aproximadamente entre el 120-150 d. C, posteriores al Nuevo Testamento (60 – 110 d.C). Sin embargo, algunos rechazaron la idea —basada en que, si los textos gnósticos habían sido considerados heréticos debían ser posteriores al NT— para afirmar que pertenecían a tradiciones incluso más antiguas (50 – 100 d.C).

Sabemos que el cristianismo fue una religión perseguida en el Imperio Romano hasta que, en el siglo IV, el emperador Constantino llevó a cabo su conversión y el cristianismo pasó de ser perseguido a ser la religión aceptada y oficial, de manera que los altos cargos (obispos, sacerdotes, diáconos) comenzaron a ostentar el poder y ellos dijeron poseer la “verdadera fe”, con la diferencia de que ahora estaban respaldados por el estado. Así pues, aquellos puntos de vista que no congeniaban con la fe que ellos predicaban, no solo se consideraban herejes, sino que además esta herejía devino delito.
Se dice que esa es la razón por la que un monje del Alto Egipto decidiera esconder los manuscritos encontrados en Nag Hammadi, pues los libros eran destruidos.

Existen diversas teorías entorno al cristianismo “gnóstico” que relatan los manuscritos encontrados. Como comienzo, destacar el significado de la palabra “gnosis”, que en griego define el “conocimiento”, entendido como una “intuición”. El conocimiento de uno mismo era el punto de partida, y con eso se llegaba al conocimiento de Dios, identificado con el autoconocimiento. El cristianismo ortodoxo, en contraposición, presenta la figura de Dios como alejada del yo. De la misma forma, el gnosticismo nos muestra a Jesús como un igual a los demás hombres de la Tierra, mientras que el cristianismo hegemónico lo hace como el señor e hijo de Dios, alaba su espíritu divino y lo diferencia del resto de seres humanos.

Entre estas y otras convergencias circula el debate acerca del por qué de la prohibición de esta corriente acerca de la cual versan muchos estudios y sobre el cuál no se ha llegado a una unanimidad. Se habla de influencias orientales como el budismo, de herencias en el judaísmo e incluso en la filosofía griega. Se discute incluso si el gnosticismo se trataría de un movimiento precristiano, independiente del mismo, con una influencia en su mayoría pagana.

Lo que sí debemos tener en cuenta es que la tradición cristiana que conocemos es una “pequeña selección de fuentes específicas” elegidas según unos intereses por parte de las instituciones, ya no solo intereses religiosos, sino políticos y sociales.

En este enlace se puede acceder a la lista de manuscritos que componen la Biblioteca de Nag Hammadi: http://escritosdelcristianismoprimitivo.com/Codices-de-Nag-Hammadi/.

Bibliografía: PAGELS, E. (2015) Los evangelios gnósticos. Editorial Planeta. Barcelona.


jueves, 10 de mayo de 2018

Myriam de Magdala

María Magdalena como La Melancolía
(Artemisia Gentileschi)

María Magdalena es uno de los personajes bíblicos más famosos de las Sagradas Escrituras, y la tradición de la Iglesia católica nos la ha mostrado en los últimos años como una mujer pecadora, prostituta, de la cual Jesús llegó a expulsar siete demonios. En las representaciones artísticas, este personaje suele aparecer de forma usual con un carácter penitente o en relación con el Salvador, ya sea arrodillada junto a él o postrada enfrente de la cruz. Más allá de esta imagen que podríamos denominar negativa, María Magdalena fue una de las cinco mujeres compañeras de Jesús que le siguieron, a parte de los apóstoles, entre ellas María de Betania, Juana, Susana y Salomé. Además, es considerada el primer testigo de la resurrección de Jesucristo e incluso en algunos textos se la considera como la fundadora del cristianismo, pues ella, según el Evangelio de María, uno de los textos apócrifos (ocultos) hallados en la biblioteca de Nag Hammadi (1947), es la encargada de comunicar las enseñanzas de Jesús a los demás apóstoles.

Para comprender esta demonización del personaje de Myriam de Magdala parece correcto remitirse a las tradiciones y las costumbres de la sociedad de la época en la que habría tenido lugar la vida de Jesús. 

En el relato del Génesis existen dos versiones de la creación del hombre y la mujer. Por un lado, encontramos “varón y hembra los creó”, sin establecer ninguna relación de poder entre ambos, y, por otra parte: “de la costilla (del hombre) hizo una mujer”, y aquí sí que vemos como Adán es el sujeto primero y necesario para la existencia de la mujer, que se definiría por su relación con el hombre. La tradición católica insistiría en esta segunda versión.

A lo largo de la historia las mujeres han sido modelos ideales definidos y establecidos por hombres, sin embargo, las mujeres reales de la vida cotidiana permanecieron en la sombra. Pandora en el universo grecorromano y Eva en el cristiano condenaron al mundo a la desdicha. Ambas son el principio de una tradición misógina que impera aún en nuestros días.

En Israel, en el siglo I, las mujeres no tenían ningún acceso al estudio de la ley, a la predicación en la sinagoga y tampoco a la actuación en los actos públicos. Ellas debían ser esposas y madres, esas debían ser sus grandes aspiraciones en la vida y su rol principal: casarse (mediante un matrimonio que concertaban los hombres de la familia) y tener hijos. Si la mujer padecía de esterilidad, llegaba a considerarse que se debía como consecuencia a un pecado cometido por ella. Las mujeres eran dependientes de un hombre durante toda su vida, consideradas siempre como menores de edad. En este sentido, María Magdalena desafía el rol que se la ha asignado, rechazando la pasividad que las mujeres debían mostrar y siguiendo a Jesús en su predicación.

Como se ha dicho antes, desde el momento en que comenzó a definirse a la mujer por parte de monjes y clérigos, esas definiciones estaban cargadas de un carácter misógino imperante, heredado en parte de los textos aristotélicos. Lo femenino se veía como el origen del mal, el camino que conducía al pecado, de la misma forma en que Eva sedujo a Adán para cometer el pecado original.

En contraposición a la mujer pecadora (Eva, modelo en el cual también podríamos incluir la figura de María Magdalena), se contrapuso María, la madre de Jesús. Ella fue considerada la única digna entre todas las mujeres. Eva era la madre de las mujeres en la Tierra mientras que María era la madre del Salvador. María se convirtió de esta forma en un modelo alabado a las que las mujeres debían aspirar pero que era inalcanzable, pues era madre, pero seguía siendo virgen, pura. (Las mujeres eran consideradas impuras con la menstruación y tras el parto).

En la era medieval se discutiría sobre si las mujeres carecían o no de alma y sobre su naturaleza diabólica, discusiones precedidas por el desconocimiento del cuerpo femenino que los hombres tenían.

El cristianismo comenzó su influencia a partir del siglo I d. C y tuvo una gran difusión hasta que en el siglo IV Europa se consideraba cristiana, hecho que aventajó la perpetuación de las viejas tradiciones religiosas.

Hay que tener en cuenta que el canon bíblico establecido por la Iglesia católica es una creación humana, artificial, de manera que se han añadido y descartado textos a elección de la Iglesia y en pro de sus intereses. De esta forma, no es extraño que se quisiera apartar la figura de María Magdalena, pues esta tendría una gran relevancia en el relato bíblico.

Así pues, Myriam de Magdala habría sido discriminada, por un lado, por le hecho de ser mujer, y por otro, porque no siguió con las costumbres que debían seguir las mujeres de su época, llegando a ser la elegida de Jesucristo para continuar su legado.