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jueves, 10 de mayo de 2018

Myriam de Magdala

María Magdalena como La Melancolía
(Artemisia Gentileschi)

María Magdalena es uno de los personajes bíblicos más famosos de las Sagradas Escrituras, y la tradición de la Iglesia católica nos la ha mostrado en los últimos años como una mujer pecadora, prostituta, de la cual Jesús llegó a expulsar siete demonios. En las representaciones artísticas, este personaje suele aparecer de forma usual con un carácter penitente o en relación con el Salvador, ya sea arrodillada junto a él o postrada enfrente de la cruz. Más allá de esta imagen que podríamos denominar negativa, María Magdalena fue una de las cinco mujeres compañeras de Jesús que le siguieron, a parte de los apóstoles, entre ellas María de Betania, Juana, Susana y Salomé. Además, es considerada el primer testigo de la resurrección de Jesucristo e incluso en algunos textos se la considera como la fundadora del cristianismo, pues ella, según el Evangelio de María, uno de los textos apócrifos (ocultos) hallados en la biblioteca de Nag Hammadi (1947), es la encargada de comunicar las enseñanzas de Jesús a los demás apóstoles.

Para comprender esta demonización del personaje de Myriam de Magdala parece correcto remitirse a las tradiciones y las costumbres de la sociedad de la época en la que habría tenido lugar la vida de Jesús. 

En el relato del Génesis existen dos versiones de la creación del hombre y la mujer. Por un lado, encontramos “varón y hembra los creó”, sin establecer ninguna relación de poder entre ambos, y, por otra parte: “de la costilla (del hombre) hizo una mujer”, y aquí sí que vemos como Adán es el sujeto primero y necesario para la existencia de la mujer, que se definiría por su relación con el hombre. La tradición católica insistiría en esta segunda versión.

A lo largo de la historia las mujeres han sido modelos ideales definidos y establecidos por hombres, sin embargo, las mujeres reales de la vida cotidiana permanecieron en la sombra. Pandora en el universo grecorromano y Eva en el cristiano condenaron al mundo a la desdicha. Ambas son el principio de una tradición misógina que impera aún en nuestros días.

En Israel, en el siglo I, las mujeres no tenían ningún acceso al estudio de la ley, a la predicación en la sinagoga y tampoco a la actuación en los actos públicos. Ellas debían ser esposas y madres, esas debían ser sus grandes aspiraciones en la vida y su rol principal: casarse (mediante un matrimonio que concertaban los hombres de la familia) y tener hijos. Si la mujer padecía de esterilidad, llegaba a considerarse que se debía como consecuencia a un pecado cometido por ella. Las mujeres eran dependientes de un hombre durante toda su vida, consideradas siempre como menores de edad. En este sentido, María Magdalena desafía el rol que se la ha asignado, rechazando la pasividad que las mujeres debían mostrar y siguiendo a Jesús en su predicación.

Como se ha dicho antes, desde el momento en que comenzó a definirse a la mujer por parte de monjes y clérigos, esas definiciones estaban cargadas de un carácter misógino imperante, heredado en parte de los textos aristotélicos. Lo femenino se veía como el origen del mal, el camino que conducía al pecado, de la misma forma en que Eva sedujo a Adán para cometer el pecado original.

En contraposición a la mujer pecadora (Eva, modelo en el cual también podríamos incluir la figura de María Magdalena), se contrapuso María, la madre de Jesús. Ella fue considerada la única digna entre todas las mujeres. Eva era la madre de las mujeres en la Tierra mientras que María era la madre del Salvador. María se convirtió de esta forma en un modelo alabado a las que las mujeres debían aspirar pero que era inalcanzable, pues era madre, pero seguía siendo virgen, pura. (Las mujeres eran consideradas impuras con la menstruación y tras el parto).

En la era medieval se discutiría sobre si las mujeres carecían o no de alma y sobre su naturaleza diabólica, discusiones precedidas por el desconocimiento del cuerpo femenino que los hombres tenían.

El cristianismo comenzó su influencia a partir del siglo I d. C y tuvo una gran difusión hasta que en el siglo IV Europa se consideraba cristiana, hecho que aventajó la perpetuación de las viejas tradiciones religiosas.

Hay que tener en cuenta que el canon bíblico establecido por la Iglesia católica es una creación humana, artificial, de manera que se han añadido y descartado textos a elección de la Iglesia y en pro de sus intereses. De esta forma, no es extraño que se quisiera apartar la figura de María Magdalena, pues esta tendría una gran relevancia en el relato bíblico.

Así pues, Myriam de Magdala habría sido discriminada, por un lado, por le hecho de ser mujer, y por otro, porque no siguió con las costumbres que debían seguir las mujeres de su época, llegando a ser la elegida de Jesucristo para continuar su legado.


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